Por Gregorio López Bernal : La miopía burocrática y el trabajo académico en la UES

 

El control biométrico es funcional para los trabajadores administrativos, pero no considera el trabajo adicional que a menudo realizan los docentes.

 

Después de varios intentos, la Facultad de Ciencias y Humanidades implementa el control de asistencia mediante un sistema biométrico. Se adujo que los mecanismos tradicionales — firma de listado — no eran suficientemente confiables y se prestaban a irregularidades. Que cualquier institución pública o privada cuente con mecanismos de control de asistencia y evaluación del trabajo realizado por sus empleados no amerita discusión. Diseñados e implementados de buena forma permiten incluso evaluar los desempeños institucionales y elaborar programas de mejora.

Ahora bien, lo ideal sería que estos mecanismos se ajusten a la naturaleza y especificidad de la labor que se desarrolla. Que no es lo mismo el trabajo de un administrativo que el de un docente o un investigador. El primero desarrolla una labor rutinaria limitada a una oficina. Generalmente sus actividades están predeterminadas y no varían. Por el contrario, el trabajo del docente es variante. Implica la preparación de un curso; búsqueda, lectura y procesamiento de bibliografía, preparación de clases, actividades de campo, evaluación y retroalimentación. Se supone que estas se realizan en horas de oficina, pero a menudo se completan en casa y en horario suplementario. El trabajo en aula es solo parte de lo que se realiza. Más complicado es el caso de los investigadores. En ocasiones supone jornadas de campo o de laboratorio. En los estudios históricos, que es mi campo, buena parte del trabajo de investigación se hace en archivos y bibliotecas, lo cual supone trabajar fuera del campus de la UES. En los últimos años he investigado mucho en la biblioteca y archivo de la UCA, al punto que alguno me ha preguntado si trabajo ahí.

El control biométrico es funcional para los trabajadores administrativos, pero no considera el trabajo adicional que a menudo realizan los docentes. Resulta paradójico que las autoridades de la Facultad, docentes de años, no hayan considerado esa situación que más de alguna vez han vivido. Pero el mecanismo resulta peor para los investigadores. El escaso margen que concede supone tramitar y justificar permisos ante el jefe respectivo, dando un carácter extraordinario y engorroso a lo que es simple rutina de trabajo. Suponiendo que tales trámites funcionen implican ir a la UES, pasar el control biométrico, tramitar el permiso, luego desplazarse al lugar donde se investiga y luego volver a la Universidad para el control de salida. Una situación poco estimulante para la práctica investigativa y que crea un ambiente nada favorable para la generación de conocimiento nuevo.

“Generación de conocimiento nuevo”, en esa expresión — mejor dicho, en su negación — podría estar la clave explicativa del problema. Con todo y sus vacíos, el control biométrico funciona más o menos bien para el típico docente de la Facultad de Ciencias y Humanidades. Ese cuyo trabajo se limita a impartir las cátedras asignadas, que complementa con otras actividades, por ejemplo, alguna comisión — de esas que abundan en la UES y que producen tan poco — o asesorar trabajos de grado o servicio social. Hay docentes aplicados que preparan cuidadosamente sus cursos, actualizan sus programas de curso e implementan diversas estrategias para tener los mejores desempeños posibles. Lo hacen bien, pero no generan conocimiento nuevo; solo trasmiten conocimiento. Lo hacen así, porque así fueron formados.

Otros pensamos diferente, no nos conformamos con repetir y transmitir lo que otros elaboran. Pretendemos ir más allá y para lograrlo es necesario investigar y divulgar. Tuve mi formación básica en la UES, podría decir que fui buen estudiante. Pero con la formación recibida simplemente hubiera replicado el modelo de docente antes señalado. Por suerte tuve la oportunidad de salir a estudiar al exterior. Conseguí una beca para estudiar historia en la Universidad de Costa Rica (UCR); me aceptaron condicionado a rendimiento, porque no provenía del área de ciencias sociales, que era el perfil que el posgrado requería. Aparentemente iba en desventaja, pero tenía un punto a mi favor: esta vez era estudiante a tiempo completo, algo que no había tenido en la UES. Logré buenos resultados, al punto que al terminar continué estudios de doctorado.

Hubo un detalle que llamó mi atención desde la primera semana de clases en la UCR, en la bibliografía de todos los cursos aparecían publicaciones del profesor titular. Algo inusual en la UES, pero que después supe que era práctica normal en cualquier universidad de buen nivel. Para que un profesor universitario tenga cierto nivel de producción se requiere: formación a nivel de posgrado, tiempo para investigación y posibilidades de intercambio con pares. Lo último se realiza por la participación en congresos y simposios, o sirviendo cátedras como profesor visitante en otra universidad. Por supuesto, me entusiasmé y me propuse emular a mis profesores.

Me incorporé a la Universidad de El Salvador en compañía de colegas que habían tenido experiencias similares; de tal modo que nuestro trabajo siempre tuvo como horizonte la investigación, y como corolario de esta, la publicación de dichos trabajos. Ese sería nuestro sello distintivo. Cuando en 2002, se creó el Consejo de Investigación Científica de la UES, nuestra carrera fue la primera en presentar y ejecutar proyectos de investigación. Hemos inculcado esa visión de trabajo en nuestros estudiantes; algunos de los cuales han continuado estudios de posgrado en el exterior con muy buenos resultados.

Lastimosamente, esta dinámica de trabajo sigue siendo excepcional en la UES. Quizá por eso las autoridades de la Facultad de Ciencias y Humanidades, simplemente pasaron por alto la peculiaridad del trabajo que hacemos, unos más o otros menos. Lo importante es que al final de año, casi siempre tenemos alguna publicación realizada. Tan marginal es la investigación en la agenda de las autoridades que en todo el periodo de gestión no se ha tocado el tema. No sé si la Facultad tenga una política de investigación. Por rigor de investigador revisé el sitio web de la Facultad. En el organigrama aparece una “Unidad de investigaciones”, pero no hay ninguna información sobre el trabajo que realiza. En otra parte aparece un listado de “investigadores”, apenas once. Se añade un registro incompleto y desactualizado de publicaciones, mal referenciadas, por cierto. Hay docentes con importante trabajo de investigación y publicaciones que no se incluyen.

En un entorno tan poco amigable para la labor investigativa, el control de asistencia por registro biométrico tendrá efectos perversos. A las autoridades las protegerá de los reparos de la Corte de Cuentas, ya estarán a salvo. Los docentes que se dedican únicamente a eso tendrán que pasar más tiempo en sus cubículos, con cara de aburrimiento, esperando que llegue la hora de salida. Las largas pláticas de pasillo se extenderán a lo insufrible, la batería del teléfono celular se agotará más rápido. En algunos casos, habrá cierta mejora en la planificación y preparación de clase, pero no más. 

La medida no ha sido acompañada de acciones orientadas a mejorar la calidad del desempeño docente, menos a estimular la investigación u otro tipo de actividades. No ha habido ninguna propuesta a nivel de Facultad, ni de escuelas o departamentos. Corrijo, sí hay una en mi escuela. Se propuso cambiar el nombre de la escuela, que no es poca cosa. Esta se llama “Licenciado Gerardo Iraheta Rosales”. Iraheta dirigió la escuela en algún momento. No sé cuál fue la razón para la nominación; en términos de producción académica tuvo solo una publicación en coautoría con dos personas más. No era amigo de la investigación; tendría otros méritos, pero no ese. 

Hoy se propone que la escuela se llame Alejandro Dagoberto Marroquín, este sí es un académico de las ciencias sociales, reconocido dentro y fuera del país. Marroquín fue decano de la Facultad de Humanidades y director del departamento de ciencias sociales en la década de 1960. Sus estudios transitan entre la sociología, la historia y la antropología. Definitivamente, es un buen referente. Pero, tal y como trabaja actualmente la Escuela, el nombre le quedaría grande. Si no se tiene una apuesta clara y firme por la investigación y si los docentes no nos comprometemos con ella, de nada servirá el buen nombre. Mejor que nos quedemos con el otro, que no dice mucho, pero tampoco nos compromete a nada. Así las cosas.

Fuente https://www.eldiariodehoy.com/opinion/la-miopia-burocratica-y-el-trabajo-academico-en-la-ues/51278/2025/?fbclid=IwY2xjawOlMcxleHRuA2FlbQIxMABicmlkETFFUGtsY3A2ZzhKM2tvQTdTc3J0YwZhcHBfaWQQMjIyMDM5MTc4ODIwMDg5MgABHllFZ0xKdcwxtAZ7ovBjbfmC3Ah-fplWsaJf74F6aw75YYlOgfnhOae8iMCH_aem_ezT2byS4hBn_-3GKiSKfiQ

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