Cuando la tecnología sirve de excusa: los despidos de Amazon y la nueva fase del capitalismo digital
Amazon ha anunciado una nueva oleada de despidos que afectará a miles de trabajadores en todo el mundo. La empresa más poderosa del planeta en comercio electrónico justifica la decisión con palabras que suenan limpias y modernas: reorganización, agilidad, eficiencia, innovación. Pero detrás de este vocabulario se esconde la vieja política del beneficio: reducir costes laborales, concentrar poder y desmantelar la capacidad colectiva de los trabajadores.
Los despidos llegan en un momento de beneficios récord. Amazon sigue aumentando ingresos, expandiendo mercados e invirtiendo sumas descomunales en su propia infraestructura tecnológica. No hay crisis: hay estrategia. El mensaje que transmite es claro: hay que reducir personas para hacer sitio a máquinas. La llamada “inteligencia artificial generativa” no es aquí una consecuencia, sino la excusa perfecta para justificar un cambio de modelo laboral.
Hacer sitio a los robots
La compañía proyecta automatizar una gran parte de sus operaciones durante los próximos años. Esto significa menos trabajadores humanos y más robots, más algoritmos, más centros de datos y más control digital. Los despidos forman parte de una reestructuración destinada a adaptarse a esta nueva etapa, en la que el capital tecnológico sustituye al trabajo como fuente directa de valor.
La paradoja es brutal: nunca hasta ahora una empresa había dependido tanto del trabajo humano –desde repartidores hasta ingenieros de software– y nunca antes lo había tratado como un simple obstáculo. Las nuevas máquinas no llegan para aliviar la carga laboral ni para mejorar las condiciones de trabajo, sino para desplazar, controlar y abaratar.
El discurso corporativo presenta la transformación digital como una necesidad natural, casi biológica. La tecnología se convierte en una fuerza abstracta e inevitable que lo arrastra todo. Pero la verdad es que las decisiones las toman personas muy concretas: directivos, inversores, fondos especulativos que presionan para aumentar los márgenes. Cuando esos actores hablan de “optimización”, quieren decir despidos. Cuando hablan de “reorganización”, quieren decir concentración de poder.
La automatización se ha convertido en la coartada perfecta para ocultar una operación política: la consolidación de un nuevo capitalismo digital basado en la precariedad, la vigilancia y la desposesión. No hay nada inevitable en esto. Es una elección.
La deshumanización del trabajo
La implantación masiva de sistemas automatizados transforma la relación entre trabajador y empresa. Cada paso, cada pausa, cada error puede registrarse y cuantificarse. El trabajo deja de ser un espacio de cooperación para convertirse en una sucesión de datos, tiempos y movimientos optimizados. El resultado es una deshumanización progresiva: el trabajador deja de ser sujeto para convertirse en variable.
Este proceso tiene consecuencias sociales evidentes. A medida que las empresas tecnológicas ganan peso, se erosiona la capacidad de los Estados para regularlas. Amazon no solo controla el comercio y la logística; controla el flujo de información, los servidores donde se almacenan millones de datos públicos y privados, y una parte creciente de la infraestructura digital del planeta. Su poder no es solo económico: es estructural.
España como espejo
En las oficinas de Amazon en Madrid y Barcelona, cientos de trabajadores han sabido que sus puestos de trabajo desaparecerán. No se trata de personal logístico, sino de trabajadores cualificados que han contribuido a la expansión de la compañía en Europa. El mensaje interno es tan previsible como frío: hay que adaptarse a los nuevos tiempos.
Pero “adaptarse” significa, en realidad, aceptar una regresión. Cuando una empresa con beneficios multimillonarios reduce plantilla, no está mejorando la eficiencia: está degradando la propia noción de trabajo. El único objetivo es responder a la lógica del mercado financiero, no a ninguna necesidad productiva.
El vacío sindical y la resistencia posible
Amazon ha construido su imperio evitando, siempre que ha podido, la presencia sindical. Las pocas secciones sindicales existentes operan bajo presión y con un margen de acción muy limitado. La compañía utiliza herramientas de vigilancia y control interno para detectar cualquier intento de organización colectiva. Esta hostilidad sistemática al sindicalismo es una de las claves del éxito del modelo Amazon: sin representación, sin voz, sin contrapoder.
Por eso es tan urgente reivindicar el papel de los sindicatos y la negociación colectiva. Solo con organización es posible frenar la impunidad de estas corporaciones globales. Si los trabajadores de Amazon –y de tantas otras plataformas– pudieran negociar en igualdad de condiciones, el relato de la “automatización inevitable” perdería fuerza.
Recuperar el sentido del progreso
La tecnología puede ser emancipadora, pero solo si está al servicio de la vida y no del beneficio. El progreso no consiste en sustituir humanos por máquinas, sino en liberar a los seres humanos de formas de explotación absurdas. Si la inteligencia artificial sirve para precarizar, controlar y excluir, entonces no es progreso: es un retroceso disfrazado de innovación.
Es imprescindible recuperar el sentido colectivo de la palabra progreso. Esto implica replantear la relación entre economía y tecnología, poner límites a los gigantes digitales y exigir que las inversiones en automatización vayan acompañadas de garantías laborales, formación y reparto del tiempo de trabajo.
Contra la inevitabilidad
Cada vez que una empresa anuncia despidos y atribuye la causa a la tecnología, se construye un relato de inevitabilidad que desactiva la crítica. Es una narrativa poderosa porque convierte una decisión económica en un hecho natural. Pero detrás de cada robot que entra en un almacén hay una persona despedida, una vida reorganizada, un derecho que se desvanece.
No es la inteligencia artificial quien despide: son las personas que la utilizan para ampliar su poder. Y si hay una inteligencia realmente necesaria hoy, es la colectiva: la que nace de la solidaridad entre trabajadores, de la defensa organizada de los derechos y de la capacidad de imaginar un futuro donde la tecnología no sea una herramienta de exclusión, sino de justicia.
Cuando Amazon habla de eficiencia, los trabajadores deberían responder con otra palabra más antigua y más digna: derechos.
Fuente : https://www.lamarea.com/2025/11/12/cuando-la-tecnologia-sirve-deexcusa-amazon/

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