lunes, 14 de junio de 2010

OPINION


Maquilas: ¿Ocho o doce horas?

Escrito por Carlos G. Romero / Ingeniero industrial

Por más de cien años el modelo laboral de ocho horas diarias, cinco días a la semana, ha sido utilizado en el mundo industrializado no por altruismo sino porque es el modelo más eficiente en términos de producción por día trabajado.

Estudios, desde William Mather 1893, Erns Abbe 1908, Sidney Chapman 1909, Henry Ford 1926, hasta hoy en día, han demostrado la validez del modelo laboral 8/5. La implementación del modelo laboral en la Ford Motor Co. en 1926 no solo confirmó lo estipulado sino que lo popularizó a tal punto que se volvió el de facto estándar en Estados Unidos.

El modelo de marcha forzada, más de ocho horas por día, por largos periodos de tiempo, no es sostenible; se ha demostrado que la producción por trabajador comienza a disminuir inmediatamente después de las ocho horas por día y continúa su descenso hasta que a la octava semana de, digamos, doce horas diarias, la producción es la misma que si se hubiera trabajado ocho semanas de ocho horas diarias.

Un interesante estudio demostró que trabajar veinte y una horas corridas tiene el efecto de estar legalmente ebrio; el trabajar periodos largos de más de ocho horas al día afecta las funciones cognitivas e incrementa la probabilidad de cometer errores, que en ciertos casos pueden poner en riesgo la seguridad de los trabajadores.

El trabajar sobre tiempo es una solución viable a corto plazo para incrementar las unidades producidas por día trabajado, enfatizando, claro está, a corto plazo; sin embargo, los efectos negativos de prolongados periodos de trabajo de más de ocho horas diarias se manifiestan sumamente rápido. La productividad de un trabajador esta en su máximo punto durante las primeras cuatro a seis horas del día, después de las cuales comienza un declive hasta llegar a productividad cero, seguida por productividad negativa, siendo el desperdicio su máxima expresión.

La propuesta de la industria textil y confección de trabajar doce horas diarias va en contra de buenas y eficientes prácticas establecidas no por ley sino por estudios científicos elaborados por más de cien años, corroboradas por cientos de fábricas en todo el mundo, por una diversidad de industrias en el mundo industrializado: construcción (ver el estudio de The Business Roundtable, 1980), aeronáutica, empacadoras, metales, armas, etc.; bueno, hasta el Ejército de Estados Unidos.
El tildar al Gobierno y a los sindicatos de inflexibles, y el insinuar que doce mil trabajos se perderían si no se accede a su propuesta no es razonable, mueve el debate a posturas políticas que generalmente producen medidas a medias tintas, caldos medio cocidos que no saben a nada; más cuando el Gobierno ha propuesto lo que es industrialmente responsable: dos turnos diarios.

Dar transporte a los trabajadores del segundo turno, salida 10:00 p. m., es un costo relativamente bajo comparado con los beneficios de utilizar las instalaciones y maquinaria por un turno adicional. Este no es un debate constitucional, de reglamentos, aunque en este caso la legislación existente refleja estándares aceptados mundialmente, modernos y razonables (cuesta decir esto, siempre me he quejado de que lo único que les falta a nuestros diputados es legislar cuánto chicharrón hay que ponerle a las pupusas...).

No es un debate de acusaciones, por ideologías; es técnico. Los ingenieros industriales del sector textil necesitan lápiz para asesorar mejor a sus jefes... asumiendo que se dejan asesorar. Dicen por allí ¡loro viejo no aprende a hablar!

Artículo publicado en La Prensa Grafica 13/06/2010

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