El alegato que desarrolla Carlos Molina Velásquez en defensa del FMLN es muy ambiguo. Pues se inicia de manera muy singular, por el reconocimiento del “delito” cometido por su defendido: “Claro que hay que criticar a la dirigencia del FMLN por su manejo tan torpe de la cuestión, y exigirle un mínimo de coherencia entre la práctica y el discurso, así como una mayor comunicación con las organizaciones populares, sus mismas bases, etc.”.
Inmediatamente pasa al contraataque, a su vista probablemente de manera muy astuta, leamos qué nos dice: “pero eso no quiere decir que debamos ceder a la apocalíptica que anuncia o demanda el fin del partido”. En cierto sentido lo es. Pero sólo a partir del nivel discursivo, en donde luego de inventar ingeniosamente un sustantivo que está ya envuelto de todas las connotaciones escabrosas que posee ya el auténtico nombre, la Apocalipsis, que anuncia el fin del mundo, nos exhorta que no llamemos al cataclismo, “el fin del partido”. La continuación inmediata también es una innovación, pues los efemelenistas se limitan a acusar a sus oponentes “de hacerle el juego al partido ARENA”, Carlos Molina Velásquez mienta en primer lugar a la asociación patronal, la ANEP. Es cierto que esta asociación de manera imprevista se pone atavíos democráticos y defiende la Constitución como si fuera por primera vez que se viola. Nada dijo durante tantos años en que las violaciones eran sistemáticas y aún más descaradas. Su virtud es una farsa.
El académico salvadoreño piensa tal vez que al limitar la acusación a las tergiversaciones y doblez del FMLN en la crisis provocada por el decreto-mordaza 743, va a lograr su cometido y va a poder evacuar el resto de abandonos políticos e ideológicos cometidos por el partido en el poder.
El meollo de su alegato se encuentra en una afirmación que debemos aceptar como premisa: “El partido FMLN sigue siendo un instrumento fundamental para las luchas populares”. Pero los que se oponen al Frente justamente acusan a la cúpula de haber raptado el “instrumento popular” y de desviarlo de su objetivo primordial. Sobre este punto el alegador no dice nada.
El gran punto de su defensa es justamente algo que estaba en todos los labios con enorme regocijo en los primeros días del gobierno de Funes: “Sacamos a ARENA del Ejecutivo”. Pero la gran desilusión precisamente viene de la falsedad de esto, ARENA sigue jugando un papel importante en las decisiones del Ejecutivo, los expresidentes areneros son convocados por el actual presidente como consejeros, lo esencial de la política económica gubernamental no se distingue en nada de la anterior. La política de endeudamiento sigue en pie. Su aproximamiento y la sumisión al gobierno de los Estados Unidos es más que evidente y aún mayor que la que practicó el último presidente de ARENA, Tony Saca. Funes ha llegado hasta el punto de servir de principal sostén de los golpistas hondureños. Sobre esto nada han dicho los dirigentes del FMLN y los militantes no reaccionan o simplemente repiten el estribillo acusador contra los que critican. Pero ahora sabemos que altos dirigentes (entre ellos el propio Medardo González) fueron a la Embajada de los Estados Unidos a presentarse como los nuevos amigos del gobierno estadounidense. Ellos alegaron su honarabilidad y su amistad. En una entrevista Sigfrido Reyes se ufanaba que un alto funcionario de la Embajada lo había recibido en su casa y lo había agasajado con una taza de té y tal vez con cucharitas de plata.
Aunque de vez en cuando, como para mantener ardiente la velita, los dirigentes repiten su apego incluso al marxismo, aunque a un marxismo un poco capado. Pero dan pruebas claras de su alejamiento del objetivo socialista y su defensa del gran capital. El 5 de diciembre de 2010, en el diario El Mundo, el secretario general del FMLN lo dice sin ambajes. Cito la pregunta y la respuesta:
Hay algunos dirigentes de la empresa privada como Jorge Daboub que dicen que confían en el presidente de la República y no en el FMLN ¿qué le dice?
Que es una mala comprensión, una mala interpretación, ya sea porque se equivoca, o por interés. Pero el FMLN no ha planteado, ni plantea, como algo programático, no estamos planteando para nada sobre la necesidad de terminar con el capitalismo, con la gran empresa, con el gran capital. Lo que creemos es que hay que utilizar la fuerza y potencial del capital, del Estado, para salir adelante con nuestro país. Y por eso regreso al tema del dólar: nosotros en el FMLN si creemos que una de las cosas que detiene las posibilidades de poder avanzar es mantenernos anclado con el dólar. Es una acusación (posición de algunos empresarios) es más de carácter ideológica que de carácter político. El FMLN ha venido demostrando y seguirá demostrando que el FMLN no es enemigo del empresario, no es enemigo de la gran empresa, y tampoco habla de la necesidad, de la creación de otro modelo, de otro sistema. Estamos simplemente pensando en la necesidad de seguir con nuestro país, de construir nuestro país".
Si se lee bien lo que afirma Medardo González, reconoce que su partido “no ha planteado, ni plantea, como algo programático... la necesidad de terminar con el capitalismo”. Como algo programático y esto a pesar de que adhirieron precipitadamente a la V Internacional Socialista de Hugo Chávez y que en los múltiples cambios en el reglamento nunca se han atrevido a borrar el calificativo de “socialista” al partido.
Pero es que en la misma entrevista el Secretario General no tiene ningún empacho en declarar que el marxismo es su ideología, pero por supuesto es él quien posee la clave, el verdadero, el auténtico. Y rechaza toda una serie de “marxismos” que enumera sin referirse a quienes los practican en concreto.
No obstante Carlos Molina Velásquez a pesar de que llama con vehemencia a no atacar, ni criticar al FMLN, lo hace aduciendo razones a veces un poco sorprendentes: “porque no está acabado” y no “todo lo que hace el Frente socava el proyecto izquierdista en nuestro país”. Bueno, si estuviera ya acabado entonces ¿quién perdería el tiempo en atacarlo? La segunda es reveladora: pues reconoce que no todo lo que hace socava el proyecto izquierdista en El Salvador. Esto simplemente es el reconocimiento de que si hay acciones del FMLN que obstruyen, obstaculizan el proyecto de transformación social.
Leamos algo muy interesante en la boca del defensor del FMLN: “La crítica atinada y necesaria a una cúpula que se alejó de la gente e incluso de su propia militancia debería ir acompañada de una reflexión acerca de los vínculos históricos, organizativos y simbólicos entre las organizaciones populares y el FMLN: aun si repudian lo que hacen sus dirigentes, se trata de “su partido”, lo cual no equivale a puro entreguismo a la línea que dicta la cúpula”.
Creo que si la critica es atinada y necesaria por razones de peso como el hecho de alejarse de la gente e incluso de su propia militancia, no veo en qué sazonarla con una reflexión sobre “los vínculos históricos, organizativos y simbólicos” pueden cambiar la esencia de los actos de los dirigentes del partido. Pero el defensor apela a una especie de sumisión sentimental al “partido”, porque este ha sido “su partido”, de las organizaciones populares. Vaya argumento político que nos ofrece el abogado del Frente. El colmo es que aunque se repudie “lo que hacen sus dirigentes” con la salsa de la reflexión sobre los pasados vínculos esto “no equivale a puro entreguismo a la línea que dicta la cúpula. Pero ¿qué otra línea política exite en el FMLN?
Con tantas contradicciones, con tantas falsas propuestas y verdaderos reconocimientos del nefasto papel que juegan los dirigentes del FMLN en los proyectos populares, ¿para qué llamar a la obediencia y a la sumisión?
Porque en el funcionamiento actual del FMLN las bases han sido enmudecidas, sólo les queda obedecer, ejecutar lo que decide el pequeño grupo de la Comisión Política. Este grupo es el que le ha puesto tranca y candado a las puertas que llevan hacia la dirección, todo miembro del partido que pueda subir, debe pasar por el embudo estatutario y por el colador político de la cúpula.
Esta situación es la que hace pensar que una recuperación interna es imposible. Y el acercamiento que pregona Carlos Molina Velásquez hacia la dirección es un deseo muy devoto y muy ilusorio. Lo vemos justamente en la negación obstinada de no querer resolver la crisis actual y en los argumentos que sin excepción promueven los diputados y dirigentes del FMLN y en la constante acusación hacia todo aquel que se atreve a criticarlos de querer aliarse con la derecha.
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